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UNA GRAN BATALLA EN EL MAR

UNA GRAN BATALLA EN EL MAR

   Ha sido una gran alegría subir a bordo, reencontrarnos con Sandokán. Damna se ha alegrado mucho de ver a Surama. Se han instalado juntas en el mismo camarote.

  Sandokán ha sabido por nosotros cómo estaba la situación. Yáñez le ha convencido para salir en busca del barco de sir Moreland y, después de descansar durante la noche, lo hemos avistado.

El combate ha sido extraordinario, pero no tenían gran cosa que hacer frente a nosotros. Aún así, se han defendido con coraje hasta el final. Yánez había pedido a Sandokán que respetase la vida de Moreland, porque es un hombre de valor.

Cuando todo estaba concluido, el barco de Moreland se ha ido a pique, por culpa de los impactos de nuestros cañones. Estaban en llamas, las velas y los mástiles destrozados; los hombres heridos se han lanzado al agua y nosotros los hemos recogido. Ha explotado el barco y Yáñez, que había subido a bordo un poco antes, ha sufrido el impacto de la explosión y se ha desmayado. Le hemos salvado, inconsciente aún, y le hemos reanimado con un buen trago. Enseguida ha preguntado por Moreland. Le hemos comunicado que estaba vivo, a pesar de la profunda herida en su costado.

  Sandokán se ha quitado el turbante y ha rendido honores a los vencidos.  Con voz grave ha exclamado: "¡Honor a los valientes!". Ha ordenado que llevaran a Moreland a su propio camarote y ha dispuesto que fuera atendido por el médico. Éste le ha asegurado que viviría, aunque el herido estaba perdiendo abundante sangre.

  Cuando Moreland ha vuelto en sí, se ha lamentado de no tener su espada, que se había quedado en el barco. Su propósito era rendirla ante Sandokán. Pero Sandokán le ha asegurado que no la hubiera aceptado, que se la hubiera devuelto, porque era un hombre que se le había enfrentado con valor.

  Moreland le ha preguntado por la suerte de sus propios hombres y, cuando Sandokán le ha dicho que los habíamos salvado también, se ha tranquilizado al fin, y le ha dado las gracias.

  Sandokán piensa desembarcarlos y retener a Moreland, a quien piensa tratar más como un huésped que como un prisionero.

  Daremos un golpe de mano a los depósitos  de carbón que hay en la boca del Sarawak. Después destruiremos los depósitos que los ingleses tienen en la isleta de Mangalum. Una vez que ellos no tengan posibilidad de abastecerse, nosotros quedaremos en condiciones de superioridad con respecto a unos y a otros, y libres para arrojarnos sobre las líneas de navegación y dar un golpe mortal al comercio de los ingleses con el Japón y con China.Y entonces, nos reiremos del rajá y del gobernador de Labuán.

 Embarcaos también. Subid a bordo.  Venid con nosotros. Sandokán sabe lo que se hace. ¡Buen rumbo! 

 

    Fotografía: MANOLO SEBASTIÁN

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1 comentario

Corsario de Hierro -

Los clásicos del XIX, nuncan fallan. Siempre estarán ahí.